III

La Cité Médiévale de Carcassonne se veía a lo lejos como una ensoñación, como si no fuese algo de este mundo. Pero estaba allí y allí permanece desafiando el paso del tiempo. Las pisadas sobre la piedra firme del pavimento, a medida que nos aproximábamos, desterraban de nuestras cabezas la sensación de espejismo. Antes de atravesar el puente que sortea la corriente del Aude, entramos en la capilla de Notre Dame de la Santé, del siglo XVI, donde la luz de la mañana se filtraba en vivos colores hasta caer al suelo y transformarse en una alfombra incorpórea.

Al pie de la muralla, calles tranquilas de casas bajas y apiñadas que iban ascendiendo ligeramente en espiral hasta la entrada del puente levadizo, anunciada por los destellos dorados que a cada giro, bajo el sol, producía un tiovivo antiguo. La Porte Narbonnaise, majestuosa, con una imagen de la Virgen en una hornacina central, recibe al visitante antes de que descubra la maraña de callejuelas empedradas. Hicimos un descanso para comer entre sol y sombra; bocadillo y sirope de menta. Más tarde, visita guiada al castillo y recorrido por la muralla, un pasillo estrecho que cobija la estructura interior, salpicada de bonitos patios, algunos verdaderamente caprichosos. Tejados oscuros y puntiagudos que coronan las torres, aberturas en el suelo no aptas para quien padezca vértigo, saeteras y almenas y el patio central donde a R. le dio por hacerme una entrevista sobre el lugar que, entre el viento que hacía y lo que nos reíamos, resultó casi incomprensible.

Pasamos gran parte de la tarde en un agradable jardín con adelfas y palmeras descansando y tomando refrescos.

De vuelta al hotel, ya de noche, nos detuvimos a escuchar en la calle, frente al Carpe diem, a un grupo de música que actuaba en directo.

Cansados y alegres nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos acercaríamos al mar.

Published in: on septiembre 24, 2008 at 10:51 pm  Comments (3)  
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I

Dedicado a mis compañeros de viaje

Salimos de la ciudad a medianoche con poco equipaje y muchas ganas de pasarlo bien. Nadie se durmió; se nos fue pasando el tiempo entre bromas, risas, música, palabras y silencios. En pocas horas estábamos en Francia, donde alcanzamos un amanecer tranquilo de nubes rosadas y dispersas cuyo fondo alteraba la presencia intermitente de los árboles que bordeaban, casi en todo momento, la carretera. Desayuno en ruta y llegada a Carcassonne. El aire tibio del Midi me trajo aromas conocidos, familiares, infantiles. Alojamiento en la Bastide Saint-Louis en un hotel de paredes rojizas con geranios en todas las ventanas que daban a la Rue de la Liberté. Habitaciones coquetas sin pretensiones. El dueño, Monsieur Vinaigre, como dimos en llamarlo, se vio obligado a explicarnos unas cuantas veces dónde estaba el aparcamiento, pues no existe ni una remota indicación para llegar hasta él si nadie que lo conozca hace el favor de acompañarte. No fue un problema de idioma, sino de trato; más adelante tuvimos ocasión de comprobarlo en otras circunstancias.  Pero nos reímos de su mala uva; el resto de la gente nos pareció muy agradable. Caminando un poco, de un lado, alcanzamos enseguida la iglesia gótica de Saint-Vincent, con una torre chata y elevada que parece empujar el cielo; del otro, muy cerca, el Canal du Midi. Y a lo lejos, la espléndida Cité Médiévale; por todas partes, casitas de colores suaves, muchas con desconchones, con contraventanas azules, un azul grisáceo que proviene del pigmento de una planta llamada pastel (del latín pasta) que sirve, entre otras muchas aplicaciones, para ahuyentar a los insectos. Carcassonne es decadente como el viento que la inunda, preciosa como las ciudades que han sabido conservar su pasado.

Published in: on agosto 24, 2008 at 10:07 am  Comments (2)  
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Escrito el 29/07/08

Los días han pasado rápido a pesar de las fiestas y, aunque prefiero venir en cualquier otra época del año, he tomado con alegría que las orquestas tocasen durante casi una semana hasta bien entrada la madrugada. Las noches limpias y cálidas invitaban a quedarse en las terrazas tomando cañas con gente conocida. El último concierto fue el mejor, como si se hiciese esperar; un repertorio de versiones de canciones funk que no dejó indiferente. He podido disfrutar de la familia y eso me ha dado la oportunidad de conocer un poco mejor a D., mi primo segundo, un niño de nueve años enmadrado, hablador y sumamente inquieto, pero muy inteligente y sensible. Como le he dado conversación y me he prestado a escucharlo con paciencia, enseguida hemos hecho buenas migas.

 

Ayer pasamos la mayor parte del día en Ourense, que me pareció bañada de claridad y de calma. No hizo falta tratar mucho con la gente para apreciar su infinita amabilidad. El suelo de piedra y las fachadas labradas de los edificios desprendían un olor antiguo y familiar bajo el efecto del calor y no muy lejos, en todo momento, se adivinaba la presencia del río.

 

*

 

Hoy no me encuentro nada bien. Es uno de esos días en que mi cuerpo y mi mente se sienten agitados, hasta tal punto que la sensación y la incapacidad de dominar este estado me producen un gran desasosiego y angustia. Conozco estas sensaciones, no son una novedad para mí, y sé que pasarán en algún momento. Hasta entonces, no me queda otro remedio que llevar mi desazón de la mejor manera posible. He tomado un ansiolítico, pero sé que es mejor tomarme las cosas como van llegando, vivir el segundo, respirar con calma, salir a pasear, hablar con la gente. Dentro de un rato pasarán por casa M. y F., con quienes cambiaré impresiones delante de un café o un refresco. Eso siempre me hace bien. Luego volveré a casa y cenaré con mamá, quien ha mirado mucho por mí estos días para que me encuentre mejor, pues sabe que no estoy pasando por un buen momento, lo mismo que sabe que, tarde o temprano, todo irá pasando, como la calma que llega tras la tempestad.   

Published in: on agosto 2, 2008 at 10:02 am  Comments (2)  
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Me gusta el brillo alegre de tu mirada

Y el hoyuelo travieso en la mejilla

Y tu saber estar

Y tu saber querer

Y tu saber hacer

 

Te quiero despacito

Sin mayores problemas

Cada día

A cada ensalada

A cada café

A cada manzana

A cada paso

A cada fiesta

A cada siesta

A cada lágrima

A cada sonrisa

 

Published in: on julio 15, 2008 at 3:07 pm  Deja un comentario  
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Douce France

Dedicado a mis grandes amigos y a mis alumnos de francés, con cariño

Siempre comienzo a viajar antes de partir. El viaje empieza en la imaginación, en las lecturas, en las guías, en el corazón, en la ilusión. No sólo supone el origen, el trayecto, el destino, sino un antes y un después, por eso es posible alargarlo a voluntad, por eso es subjetivo, inédito, irrepetible, único como una vida.

La primera semana de agosto me voy al sur de Francia con unos amigos. Compartiremos charla, comida, hotel, camaradería, entusiasmo, sensaciones ante la novedad. Nos alojaremos en Carcassonne, capital de la provincia de Aude, sita en la región Languedoc-Roussillon. No menos interesante sería dejar paso a la improvisación. Se me ocurre que podríamos acercarnos, entre otros sitios, a Sète, a los pies del Mediterráneo.

Francia es un país que me gusta mucho. He conocido Paris y la región Midi-Pyrenées. He estado ya otra vez en Carcassonne. Nunca me importa volver. A menudo me duele cómo juzgamos a nuestros vecinos desde aquí; creo que la inquina se origina, en muchas ocasiones, por desconocimiento. Alguna gente se siente molesta por la evidencia de que en Francia se hable en francés; ¡tamaña estupidez!

Francia es un país extenso y variado. El país del gótico, de las bastidas, de los enclaves cátaros, del barroco más dorado y rimbombante, del impresionismo y del fauvismo, de la Belle Époque, de las grandes planicies sembradas de girasoles y lavanda…

Francia me ha resultado desde siempre un país familiar. Quizás en otra vida…

Published in: on julio 3, 2008 at 11:37 am  Comments (2)  
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Balance

Se termina el curso escolar y termina con él, de nuevo, mi trabajo hasta septiembre. Apenas me quedan ya los pocos alumnos que hacen sus exámenes finales o de recuperación en las últimas fechas lectivas de esta semana, además de los del centro social y los de la academia, que permanecen hasta final de mes. Julio y agosto supondrán un merecido descanso.

 

Este año se ha presentado como uno de los más duros que recuerdo. Amanecí el primero de enero en la casa barcelonesa de la chimenea con un nudo en la garganta de pena, de frustración, de rabia por lo que pudo haber sido y no fue; me refiero a un largo período que se saldó con una ruptura. Me costó levantarme de nuevo a la vida, impermeable a los rayos del sol, a las voces alegres y festivas, a los regalos y a la familia, envenenada de recuerdos… Pero el reloj seguía marcando las horas y yo debía seguir su cadencia, puesto que el tiempo no se detiene para nadie.

 

Descubrí la soledad, en todo lo que tiene de malo y de bueno. El trabajo supuso una tabla de salvación, tanto para concentrar mis energías en algo que creo realmente valioso y puedo hacer bien -la enseñanza-, como en el aspecto económico -el hecho de ser capaz de costeármelo todo por mí misma-. No en vano ha sido larga e intensa cada jornada. Pero ha merecido la pena, y a menudo recibo llamadas de alumnos que agradecen lo que he hecho por ellos. Les respondo que es mi deber orientar cuando uno está perdido y que la enseñanza no es cosa de uno, sino de dos, como toda correspondencia. Lo mismo que la amistad, por otra parte. Y en cuanto a ella, he reforzado los lazos con los amigos que ya tengo y añadido a mi lista interesantes y maravillosos hallazgos.

 

La vida puede cambiar en un instante. La última vez que miré hacia los setos que rodean los abedules del bulevar, no había la profusión de pequeñas y arracimadas flores púrpura que los adornan ahora. Hoy quiero creer que, a pesar de todo, soy al menos un poco mejor persona.

Published in: on junio 19, 2008 at 12:30 pm  Comments (5)  
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México

Hace unos días estuve paseando por Juchitán, Oaxaca, de la mano de R. sin moverme de la silla. Ventajas de este medio. Juchitán es una extensión de infinidad de casas bajas cuyo mapa se parte en cuadraditos más o menos irregulares que parecen, desde el cielo, las teselas de un mosaico. El río, que irrumpe por la derecha, deshace la linealidad de las “cuadras” con su contrapunto ondulante. Atravesé el puente peatonal y estuve unos instantes en el parque y en el mercado, antes de llegar al reposo de la sombra de un zapote. Agaves azules y verdes; mezcal y tequila.

 

R. tiene acento de chocolate y aspecto de brisa dorada. Su país de ámbar y turquesa sabe celebrar a los muertos con azúcar y colorear con tonos vivos un sentido de la existencia que nosotros -pese al desarrollo- no conocemos al otro lado del océano.

 

¡Mil gracias, R.!

 

 

Published in: on abril 7, 2008 at 8:15 am  Deja un comentario  
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Escrito el 21/03/08

Llegué a Vigo por la mañana después de un largo trayecto junto a espejos de agua en calma y montañas verdes. Supe de la cercanía de la ciudad en cuanto divisé el primer retal de mar, de un azul como el del cielo en ese instante, y en ese instante también, sentí una punzada de emoción en lo más hondo.

Las comisuras de la tierra hechas arena para fundirse con el agua salada. El amarillo transformado en verde. La illa de San Simón, las barcas de pesca rompiendo la homogeneidad de la superficie, el puente que  atraviesa la ría, el monte de A Guía –loma esmeralda- a la izquierda, las illas Cíes al fondo como un paisaje irreal. Y el tren que se detiene en la estación término.

Busco mi hotel y subo a la habitación –la 203- a dejar el poco equipaje que llevo. Cierro los ojos durante un momento, respiro profundamente y bajo a la calle.

El primer encuentro. X. está bien. Me cuenta mil cosas, compartimos el almuerzo y charlamos. Dice que siempre recordará aquel postre, charlotte de helado de vainilla con chocolate caliente y nueces. Como siempre, nos quedan cosas por contar.

Por la tarde veo a J. y paseamos juntos durante horas. Hablamos, sonreímos, nos quedamos en silencio, siempre acompañados por la cercanía de nuestros pasos. Del puerto pasamos a la parte alta de la ciudad. Nos detenemos en los cines de Vía Norte a mirar la cartelera. Recorremos la que fue mi calle. Miro mi casa desde abajo, habitada por otros. Ya no hay plantas en el balcón.

La ciudad siempre me parece en continua transformación. La noto cambiada como el niño que no se ve desde hace tiempo. Pero sé que jamás me gustará Vigo, tan caótico y gris, aunque adoro a sus gentes amigables y dulces como sus colinas, y la benevolencia del clima y las camelias, los naranjos y la mica que espejea en la piedra eterna de los edificios, las elegantes galerías de encaje metálico y el gusto gallego en el vestir. Y el mar de Vigo, resguardado de la ferocidad de las corrientes atlánticas. El infierno en el centro del paraíso.

Por la noche salgo con I. Quedamos para cenar. De nuevo, mil cosas que contar. Dice que estoy “divina”. Me río. Siempre me hace reír. Algunos edificios del casco vello están restaurados. Los pazos dejan ver con orgullo sus blasones, antes escondidos bajo la mugre. Crêpes y ensaladas deliciosas. Camareros con acento de ola. Cigarrillos rubios. Humedad. ¡Cuánto cuestan siempre las despedidas!

Traigo una concha de erizo para C. y una pulsera de nácar para R. Quisiera haber visto a G.N. y a S.B.; a más gente aún. No he tenido tiempo. Otra vez será. Es una deliciosa excusa para volver. La distancia es el camino para el regreso.

Escribo en el tren de vuelta a casa. Falta una hora para llegar y la luz del día ya se muestra inclinada.

illa-de-san-simon.jpg

Published in: on marzo 24, 2008 at 9:57 am  Comments (1)  
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Escrito el 18/03/08

Ayer por la noche rompió a llover. Para unos representó una bendición para el campo; a mí me inundó de una agradable pereza.  

Pensaba atravesar el puente, ir a buscar la cámara de papá y salir a hacer fotos. De vuelta, quedarme a tomar un café con amigos en algún bar de la plaza y charlar sin tiempo, mientras mamá y la tía acudían a los oficios de Semana Santa. Pero preferí quedarme, aunque luego me acerqué a la estación a consultar horarios de trenes con dirección a Vigo. La calle desierta en una villa fantasma. La soledad y el tedio. Me detenía, de vez en cuando, ante escaparates de zapatos y de libros. Entré en una papelería a preguntar por las tarjetas postales de la zona que otras veces había comprado. La persona encargada en ese momento del establecimiento no sabía dónde estaban. Me marché después de mil disculpas y palabras que intentaban retenerme, además de un interrogatorio en toda regla sobre mi estado civil. “Aquí se aburren demasiado”, no pude evitar pensar de nuevo en la calle. Me crucé con D., quien me dijo lo guapa que estaba. Encontré unos regalos para mi tía y mi primo; mañana es el santo de ambos y estoy invitada a comer en un restaurante.

Ha salido el sol y escribo junto a una bonita chimenea que nunca se utiliza. Sigo leyendo Cómo asumir su propia identidad, un libro sobre meditación, escrito por Jon Kabat-Zinn, Plaza y Janés. Me acuerdo de M., quien lo ha prestado, y de mis compañeros de clase. No los veré hasta la semana que viene. Pienso también en mi gato y en la blancura de mi casa.

Mi ánimo es sereno y alegre.

Dentro de un momento me llamarán a comer.

Published in: on marzo 24, 2008 at 9:12 am  Deja un comentario  
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He salido a comprar comida y arena para Tito, el gato, cada día más mimoso y juguetón. Tito me alegra los días con su vitalidad y me hace una grata compañía, además de calentar mis pies todas las noches. En cierta manera, nos hemos salvado la vida mutuamente. No me importa confiarle el gato a G. cuando tenga que ir a alguna parte; sé que él es la persona que mejor puede cuidarlo y quien sabe disfrutar mejor con sus travesuras y sus gestos, pues ambos se conocen muy bien.

Me alegro de que G. y yo prosigamos con nuestra amistad, pues sería una lástima no volver a poder compartir todo aquello que nos hace tan afines, sin olvidar la simpatía y el aprecio que nos tenemos. Hoy le decía cuánto me gustaría visitar un laberinto -de esos hechos con setos recortados- y entonces él me dijo que ya conocía uno: él. Nos reímos. Recordé que a mí misma alguien me llamó no hace mucho “arquivolta gótica”. Por simples que seamos o creamos ser, siempre somos extremadamente complejos, pienso que se debe al propio hecho de ser humanos. Quizás a G. le apetezca venir el próximo martes a ver una película de Jacques Tati en la Filmoteca. Se lo propondré si no está ocupado.

He comprado un dulce regalo para Ru. que le daré el sábado, cuando venga a ponerme a punto el ordenador. Ro. y yo seguramente fumaremos algún cigarrillo de sabor tostado sin prisas.

Estoy pintando algunas cosas en pequeño formato, antes de ponerme con un lienzo grande, con el que quiero obsequiar a ambos.

Trabajo, estudio y la vida fluye.

Tengo pendiente una visita con C. al Museo de Bellas Artes.

J. me ha invitado a pasar un fin de semana en una bonita casa rural.

Vuelvo a escribir más a menudo. Esta vez lo hago desde la cafetería Parsifal justo antes de la primera clase de la tarde.

Published in: on febrero 20, 2008 at 5:17 pm  Comments (1)  
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