Mientras escucho la radio y me tomo un zumo de frutas tropicales, veo la necesidad de escribir un poco en mi diario. A veces se convierte en algo casi vital. Reconozco que en estos momentos empezaba a cansarme de tanto tiempo sin una ocupación que cambiase la rutina de levantarme cada día y buscar un trabajo, de ir a hacer la compra si la nevera estaba vacía, de hacer la comida, almorzar, adormecerme ante el televisor y más tarde revisar el estado de mis candidaturas o atender alguna llamada. Pero todo ha comenzado a cambiar desde esta mañana, desde el momento en que han aceptado mi perfil en una academia para trabajar como profesora para alumnos seleccionados; no hace muchos días asistí a una entrevista a la que fui convocada en el 26 de una calle de la zona alta de la ciudad, del perfecto, tranquilo y residencial barrio de Sarrià. De camino, después de haber recorrido la Carretera de Esplugues y llegado al Carrer del Bisbe Català, descubrí la torre del elegante monasterio gótico de Pedralbes, anunciado por un jardín exuberante tapizado de buganvillas que me evocó los lienzos empastados, coloristas y románticos de Santiago Rusinyol. Me gustaría volver otro día a visitarlo con calma, lo mismo que me gusta vagar por otros lugares de la ciudad siempre que tengo ocasión. Cada barrio es todo un mundo, cada calle, cada acera, a veces cada casa. Estoy segura de que es posible pasarse más de una mañana -si acaso toda una vida- entre Portaferrissa y Tallers, por poner un ejemplo, descubriendo cada rincón, observando, degustando, aspirando, caminando, conociendo. Todo es como un teatro que va cambiando sus decorados al ritmo que cambian sus actores y sus obras. Y Barcelona es cambiante como un camaleón, adaptable a los últimos tiempos pero a la vez -y eso le proporciona su verdadero encanto- conservadora y celosa de su patrimonio más antiguo. Y aunque ya no existe el cine París del Portal de l’Angel, todavía es posible recrearse ante un escaparate lleno de peines y peinetas de la botiga que permanece enfrente. Una tarde entré en la tienda, no para comprar nada, sino para preguntar por una plaza adonde tenía que llegar. El dependiente me guió entre pasillos flanqueados por vitrinas expositoras repletas de los más variopintos artículos de aseo, horquillas de fantasía y ropa interior hasta alcanzar un ordenador conectado a internet en el que tecleó la dirección exacta. No andaba lejos, pero luego ya no me quedó ninguna duda. Agradecí el gesto como pude y salí a la calle sorprendida. Cualquier otro día pasaré a comprar unas medias.

Published in: on octubre 23, 2008 at 9:37 pm  Comments (4)  
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III

La Cité Médiévale de Carcassonne se veía a lo lejos como una ensoñación, como si no fuese algo de este mundo. Pero estaba allí y allí permanece desafiando el paso del tiempo. Las pisadas sobre la piedra firme del pavimento, a medida que nos aproximábamos, desterraban de nuestras cabezas la sensación de espejismo. Antes de atravesar el puente que sortea la corriente del Aude, entramos en la capilla de Notre Dame de la Santé, del siglo XVI, donde la luz de la mañana se filtraba en vivos colores hasta caer al suelo y transformarse en una alfombra incorpórea.

Al pie de la muralla, calles tranquilas de casas bajas y apiñadas que iban ascendiendo ligeramente en espiral hasta la entrada del puente levadizo, anunciada por los destellos dorados que a cada giro, bajo el sol, producía un tiovivo antiguo. La Porte Narbonnaise, majestuosa, con una imagen de la Virgen en una hornacina central, recibe al visitante antes de que descubra la maraña de callejuelas empedradas. Hicimos un descanso para comer entre sol y sombra; bocadillo y sirope de menta. Más tarde, visita guiada al castillo y recorrido por la muralla, un pasillo estrecho que cobija la estructura interior, salpicada de bonitos patios, algunos verdaderamente caprichosos. Tejados oscuros y puntiagudos que coronan las torres, aberturas en el suelo no aptas para quien padezca vértigo, saeteras y almenas y el patio central donde a R. le dio por hacerme una entrevista sobre el lugar que, entre el viento que hacía y lo que nos reíamos, resultó casi incomprensible.

Pasamos gran parte de la tarde en un agradable jardín con adelfas y palmeras descansando y tomando refrescos.

De vuelta al hotel, ya de noche, nos detuvimos a escuchar en la calle, frente al Carpe diem, a un grupo de música que actuaba en directo.

Cansados y alegres nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos acercaríamos al mar.

Published in: on septiembre 24, 2008 at 10:51 pm  Comments (3)  
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II

El Canal du Midi es un bonito entorno creado artificialmente que ha conseguido, con el tiempo, convertirse en un interesante enclave de flora y fauna. La masa de agua verde discurre a veces entre terraplenes sujetos por arcos de ladrillo, mientras que otras son las raíces de los enormes plátanos de sombra las que sujetan y conforman las orillas.

Subidos en una barcaza de fondo plano recorrimos un buen tramo con la tranquilidad y buen tiempo que aporta el verano. Era grato sentir una pequeña corriente de aire a nuestro paso, a medida que avanzábamos, y poder extender los brazos más allá de la barandilla, bajo los rayos del sol. Descendimos un momento en Saint-Ferréol para comer un bocadillo de queso de cabra con tomate y, cuando volvimos a subir, nos explicaron in situ el funcionamiento de las esclusas. A menudo nos cruzamos con viviendas flotantes habitadas en su mayoría por lo que supuse riquísimos y excéntricos extranjeros. Llegamos a tierra firme con una sonrisa de satisfacción y de buen humor a la altura de la bonita e historiada estación de ferrocarril de Carcassonne.

*

Cuando teníamos hambre, solíamos ir a comer algo a la Place Carnot, en la Bartide, la que tiene en el centro una fuente con la estatua de bronce de Neptuno rodeada de floreros de petunias púrpura, el lugar donde se celebra el pequeño mercado de productos locales: melón y orejones, finas hierbas y aceitunas… A pesar de hacer uso de nuestros conocimientos en francés, nos sorprendió que mucha gente se dirigiese a nosotros en español. En las calles de alrededor nos deteníamos a mirar escaparates, entrábamos en algún templo gótico o decidíamos visitar edificios que exhibiesen alguna exposición interesante, como la sorprendente Casa de los Recuerdos, en la Rue de Verdun, donde se muestran objetos, textos y fotografías del poeta Joë Bousquet, además de grandes imágenes en blanco y negro sobre los ejemplos más representativos de lo que dejaron los cátaros a su paso por la región.

Published in: on agosto 27, 2008 at 11:01 am  Comments (3)  
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I

Dedicado a mis compañeros de viaje

Salimos de la ciudad a medianoche con poco equipaje y muchas ganas de pasarlo bien. Nadie se durmió; se nos fue pasando el tiempo entre bromas, risas, música, palabras y silencios. En pocas horas estábamos en Francia, donde alcanzamos un amanecer tranquilo de nubes rosadas y dispersas cuyo fondo alteraba la presencia intermitente de los árboles que bordeaban, casi en todo momento, la carretera. Desayuno en ruta y llegada a Carcassonne. El aire tibio del Midi me trajo aromas conocidos, familiares, infantiles. Alojamiento en la Bastide Saint-Louis en un hotel de paredes rojizas con geranios en todas las ventanas que daban a la Rue de la Liberté. Habitaciones coquetas sin pretensiones. El dueño, Monsieur Vinaigre, como dimos en llamarlo, se vio obligado a explicarnos unas cuantas veces dónde estaba el aparcamiento, pues no existe ni una remota indicación para llegar hasta él si nadie que lo conozca hace el favor de acompañarte. No fue un problema de idioma, sino de trato; más adelante tuvimos ocasión de comprobarlo en otras circunstancias.  Pero nos reímos de su mala uva; el resto de la gente nos pareció muy agradable. Caminando un poco, de un lado, alcanzamos enseguida la iglesia gótica de Saint-Vincent, con una torre chata y elevada que parece empujar el cielo; del otro, muy cerca, el Canal du Midi. Y a lo lejos, la espléndida Cité Médiévale; por todas partes, casitas de colores suaves, muchas con desconchones, con contraventanas azules, un azul grisáceo que proviene del pigmento de una planta llamada pastel (del latín pasta) que sirve, entre otras muchas aplicaciones, para ahuyentar a los insectos. Carcassonne es decadente como el viento que la inunda, preciosa como las ciudades que han sabido conservar su pasado.

Published in: on agosto 24, 2008 at 10:07 am  Comments (2)  
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Escrito el 26/07/08

Es fiesta en el pueblo y fiesta en casa; la onomástica de mamá. Mucho antes de que la procesión en honor a Santa Ana desfile por nuestra calle, ya habré salido en dirección al otro lado del río. Me marcho caminando despacio, a contracorriente, observando a mi alrededor lo que he visto miles de veces, pero lo que es distinto a cada nueva llegada. A la izquierda permanece libre aquel solar en venta cubierto en verano de matas de flores moradas entre las que revolotean mariposas color crema y abejorros. En frente han hecho un aparcamiento en el lugar del parque infantil medio destartalado que lindaba con los muros tranquilos del cementerio. Más allá, junto al puente romano, los límites del pazo despliegan maceteros de petunias fragantes sobre el suelo. Me detengo en la clave del arco central del puente, sobre el suelo caliente de piedra, sobre la quietud verde del río, bajo el sol diáfano y violento del mediodía. Hace mucho calor y refresca los ojos el hermoso patio umbrío que muere feliz en la orilla, oculto por la densidad del follaje apretado de varias higueras. Del otro lado, ramas altísimas de hinojo y el paseo bordeado de chopos y bóvedas de plátanos de sombra. Me siento sola sobre un embarcadero flotante, dejando que la piel de mis piernas se broncee, pensándome en un barco a la deriva sobre aguas tranquilas.

 

 

Published in: on agosto 2, 2008 at 9:51 am  Deja un comentario  
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Balance

Se termina el curso escolar y termina con él, de nuevo, mi trabajo hasta septiembre. Apenas me quedan ya los pocos alumnos que hacen sus exámenes finales o de recuperación en las últimas fechas lectivas de esta semana, además de los del centro social y los de la academia, que permanecen hasta final de mes. Julio y agosto supondrán un merecido descanso.

 

Este año se ha presentado como uno de los más duros que recuerdo. Amanecí el primero de enero en la casa barcelonesa de la chimenea con un nudo en la garganta de pena, de frustración, de rabia por lo que pudo haber sido y no fue; me refiero a un largo período que se saldó con una ruptura. Me costó levantarme de nuevo a la vida, impermeable a los rayos del sol, a las voces alegres y festivas, a los regalos y a la familia, envenenada de recuerdos… Pero el reloj seguía marcando las horas y yo debía seguir su cadencia, puesto que el tiempo no se detiene para nadie.

 

Descubrí la soledad, en todo lo que tiene de malo y de bueno. El trabajo supuso una tabla de salvación, tanto para concentrar mis energías en algo que creo realmente valioso y puedo hacer bien -la enseñanza-, como en el aspecto económico -el hecho de ser capaz de costeármelo todo por mí misma-. No en vano ha sido larga e intensa cada jornada. Pero ha merecido la pena, y a menudo recibo llamadas de alumnos que agradecen lo que he hecho por ellos. Les respondo que es mi deber orientar cuando uno está perdido y que la enseñanza no es cosa de uno, sino de dos, como toda correspondencia. Lo mismo que la amistad, por otra parte. Y en cuanto a ella, he reforzado los lazos con los amigos que ya tengo y añadido a mi lista interesantes y maravillosos hallazgos.

 

La vida puede cambiar en un instante. La última vez que miré hacia los setos que rodean los abedules del bulevar, no había la profusión de pequeñas y arracimadas flores púrpura que los adornan ahora. Hoy quiero creer que, a pesar de todo, soy al menos un poco mejor persona.

Published in: on junio 19, 2008 at 12:30 pm  Comments (5)  
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Suerte

Hace años, junio era un mes de moscas y de ríos. Los que acudíamos al colegio o al instituto nos mostrábamos inquietos por el calor; tan sólo las primeras horas de la mañana permitían el peso de una chaqueta.

 

Lo que no ha cambiado es la temporada de exámenes en la misma época, algo que, con calor o sin él, resulta siempre pesado y angustioso.

 

Apenas falta una semana para que termine el curso escolar, sin embargo, a pesar de lo poco que queda ya, la tensión de los exámenes finales y la Prueba -incipiente- de Acceso a la Universidad  para los que han superado el Bachillerato, convierten a estas fechas en algo inolvidable para alumnos y profesores por la ansiedad que conllevan.

 

Nunca me encargo de poner o evaluar exámenes pero sí ayudo a prepararlos. El terror al examen, a veces excesivo, me llega a parecer en la mayoría de los casos injustificado. ¿Cómo poder convencer a los alumnos o a sus padres de que un posible “fracaso” no sería para tanto? Ojalá en la vida existiesen tantas oportunidades de recuperación para otras cosas.

 

En cualquier caso, formulo mi deseo de suerte a todos aquellos que por su esfuerzo continuado merezcan lo mejor a nivel académico.

 

 

Published in: on junio 10, 2008 at 6:36 am  Comments (2)  
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Escrito el 20/05/08

Me he venido un momento al Parque de Invierno mientras espero el comienzo de la clase siguiente. La brisa mueve las hojas nuevas de los árboles y los pájaros traspasan veloces la transparencia tibia del aire. Las hormigas escalan los peldaños enormes de una chaqueta que he dejado sobre el pequeño muro donde estoy sentada. De vez en cuando, una nube tapa el sol y hace desaparecer los contornos recientes de las sombras reflejadas en las superficies. No pienso más que en lo que está sucediendo y observo a la gente que recorre la calle, sabiendo de antemano, según el ritmo de sus pasos, adónde pueden dirigirse o de dónde vienen: ESTÁN. Otros no van a ninguna parte, pasean o permanecen en algún lugar: SON. Los que son, en general, han dejado atrás hace mucho tiempo su juventud, a pesar de la primavera. Un viejo me pregunta qué hago y me anima a continuar escribiendo en mi cuaderno. Dos señoras se lamentan por la enfermedad de alguien cercano. Los abuelos pasean bebés o perros. Muchos de los que están llevan tapados los oídos con auriculares; creo que tienen miedo de enfrentarse a la calma o al silencio, necesitan música para evitar lo que ocurre fuera o dentro de sí mismos. No saben que no es posible huir de algo que no existe («Quizás hubo silencio cuando el mundo existía sin nosotros / Quizás sólo los sordos y los muertos puedan escucharlo»).

 

Tan sólo quedan diez minutos para comenzar: salutations, lecture, conjugaison, chansons…

Published in: on May 23, 2008 at 7:06 am  Comments (5)  
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México

Hace unos días estuve paseando por Juchitán, Oaxaca, de la mano de R. sin moverme de la silla. Ventajas de este medio. Juchitán es una extensión de infinidad de casas bajas cuyo mapa se parte en cuadraditos más o menos irregulares que parecen, desde el cielo, las teselas de un mosaico. El río, que irrumpe por la derecha, deshace la linealidad de las “cuadras” con su contrapunto ondulante. Atravesé el puente peatonal y estuve unos instantes en el parque y en el mercado, antes de llegar al reposo de la sombra de un zapote. Agaves azules y verdes; mezcal y tequila.

 

R. tiene acento de chocolate y aspecto de brisa dorada. Su país de ámbar y turquesa sabe celebrar a los muertos con azúcar y colorear con tonos vivos un sentido de la existencia que nosotros -pese al desarrollo- no conocemos al otro lado del océano.

 

¡Mil gracias, R.!

 

 

Published in: on abril 7, 2008 at 8:15 am  Deja un comentario  
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Escrito el 21/03/08

Llegué a Vigo por la mañana después de un largo trayecto junto a espejos de agua en calma y montañas verdes. Supe de la cercanía de la ciudad en cuanto divisé el primer retal de mar, de un azul como el del cielo en ese instante, y en ese instante también, sentí una punzada de emoción en lo más hondo.

Las comisuras de la tierra hechas arena para fundirse con el agua salada. El amarillo transformado en verde. La illa de San Simón, las barcas de pesca rompiendo la homogeneidad de la superficie, el puente que  atraviesa la ría, el monte de A Guía –loma esmeralda- a la izquierda, las illas Cíes al fondo como un paisaje irreal. Y el tren que se detiene en la estación término.

Busco mi hotel y subo a la habitación –la 203- a dejar el poco equipaje que llevo. Cierro los ojos durante un momento, respiro profundamente y bajo a la calle.

El primer encuentro. X. está bien. Me cuenta mil cosas, compartimos el almuerzo y charlamos. Dice que siempre recordará aquel postre, charlotte de helado de vainilla con chocolate caliente y nueces. Como siempre, nos quedan cosas por contar.

Por la tarde veo a J. y paseamos juntos durante horas. Hablamos, sonreímos, nos quedamos en silencio, siempre acompañados por la cercanía de nuestros pasos. Del puerto pasamos a la parte alta de la ciudad. Nos detenemos en los cines de Vía Norte a mirar la cartelera. Recorremos la que fue mi calle. Miro mi casa desde abajo, habitada por otros. Ya no hay plantas en el balcón.

La ciudad siempre me parece en continua transformación. La noto cambiada como el niño que no se ve desde hace tiempo. Pero sé que jamás me gustará Vigo, tan caótico y gris, aunque adoro a sus gentes amigables y dulces como sus colinas, y la benevolencia del clima y las camelias, los naranjos y la mica que espejea en la piedra eterna de los edificios, las elegantes galerías de encaje metálico y el gusto gallego en el vestir. Y el mar de Vigo, resguardado de la ferocidad de las corrientes atlánticas. El infierno en el centro del paraíso.

Por la noche salgo con I. Quedamos para cenar. De nuevo, mil cosas que contar. Dice que estoy “divina”. Me río. Siempre me hace reír. Algunos edificios del casco vello están restaurados. Los pazos dejan ver con orgullo sus blasones, antes escondidos bajo la mugre. Crêpes y ensaladas deliciosas. Camareros con acento de ola. Cigarrillos rubios. Humedad. ¡Cuánto cuestan siempre las despedidas!

Traigo una concha de erizo para C. y una pulsera de nácar para R. Quisiera haber visto a G.N. y a S.B.; a más gente aún. No he tenido tiempo. Otra vez será. Es una deliciosa excusa para volver. La distancia es el camino para el regreso.

Escribo en el tren de vuelta a casa. Falta una hora para llegar y la luz del día ya se muestra inclinada.

illa-de-san-simon.jpg

Published in: on marzo 24, 2008 at 9:57 am  Comments (1)  
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