Otoño

Los días fluyen unos tras otros.

Hace unas semanas que estoy enfrascada en mi trabajo. Nunca he tenido tantos alumnos particulares como en este curso y no acabo de comprender muy bien a qué es debido. Mis anuncios figuran siempre en un periódico y he repartido papelitos de colores por la ciudad con mi oferta, pero eso no justifica, más que otras veces, la afluencia. El caso es que en mi agenda no figura apenas un hueco por las tardes. Las mañanas están más libres de momento, hasta que comience a dar las clases extraescolares de Dibujo y Pintura en el mismo colegio de de Educación Primaria que los tres cursos pasados.

De momento estoy muy contenta con todo ello; necesitaba trabajar -soy de esas personas a las que satisface, y mucho, su trabajo- y reponer los gastos del verano. Pero elegiré el momento en el que debo decir que no, si otra horda de alumnos me pide que los atienda. Realmente, nunca me había visto en esta posible disyuntiva. Si bien valoro mi trabajo como cosa fundamental en mi vida, valoro de la misma manera tener tiempo para mí y para los que quiero, para poder disfrutar de momentos que no se desarrollen exclusivamente entre cuadernos y explicaciones. Por eso también este curso he decidido regalarme algo personal que consiste en asistir como alumna a clases de Guitarra Clásica.

Hace tiempo que estudié música en el que fue mi colegio en Vigo, las Escolas Nieto, para apuntarme luego a los estudios de Solfeo y Canto Coral en el Conservatorio Superior de la ciudad, que terminé con éxito a la edad e quince años… A falta de tiempo, una vez más, había dejado de estudiar con rigor un instrumento -tengo conocimientos, gracias al patronato Escolas Nieto, de Flauta de pico, Travesera y Piano-, lo cual constituyó más tarde una de mis asignaturas pendientes. Acudo a clase con entusiasmo y ya sé afinar las cuerdas correctamente, rascar en diferentes ritmos algunos acordes y el funcionamiento y ejecución de algunos arpegios. Mi profesora, jefa, colega y amiga en su Academia de Enseñanzas Artísticas, me presta una guitarra hasta diciembre.

Sin embargo, no he encontrado espacio para las clases de Yoga, al menos hasta que mis horarios sean totalmente definitivos. Pero no he dejado ni el ejercicio físico -camino muchos kilómetros a lo largo de la semana entre algunos domicilios- ni la meditación. Como suelo terminar tarde, ya de noche, la vuelta a casa bajo la oscuridad, con este tiempo que ya empieza a ser frío y húmedo, a veces bajo la lluvia, en calma, bajo los árboles de hojas oxidadas, sola, sin otra conversación que mi pensamiento y sin más referencia que la observación de lo que me rodea, evoco aquella feliz y placentera vuelta a casa desde el Conservatorio durante los primeros años de mi adolescencia, descendiendo la colina de O Castro bajo los espesos castaños de indias, hundiendo mis pisadas en un suelo de tierra hasta llegar a las aceras que desembocan en la Praza de España y girar a la calle Pizarro con los libros bajo el brazo…

 

Published in: on octubre 13, 2007 at 4:03 pm  Comments (8)  
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8 comentariosDeja un comentario

  1. Está ben o teu novo fogar. Lembráchesme a min mesma volvendo de noite de clase de solfeo atravesando as rúas da Compostela vella á luz alaranxada dos farois. 🙂

  2. Bonito lugar, qué pasó con el otro blog?

  3. Pues no lo sé, veru, pero no puedo acceder desde hace algún tiempo. Aunque se está bien aquí, ¿no? 🙂

  4. jajaja, vale, vale, a mí también me gustaba más aquel fondo de William Morris, que lle imos facer! 😉

  5. Ya echaba de menos tus sensaciones, tus evocaciones …saludos

  6. Saludos y un abrazo, liber.

  7. No creo, entré más temprano y aún escribí algo después de h. Pero nunca se sabe… volvamos a intentarlo.

  8. snif, yo quiero ver la foto de la playa 😦


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